domingo, 25 de abril de 2010

Una mitad es nada! ... o la maldad de los pares.

Pocas cosas resultan más fastidiosas, inútiles e irritantes que encontrar "la mitad de un par". De un par de aros, un par de medias, un par de guantes, etc. etc. etc.

Quién puede explicar cómo desaparece siempre, de manera inesperada y misteriosa, una sola media o un solo aro?
Porqué no desaparecen los dos, y entonces quizás no lo notaríamos o lo lamentaríamos pero ahí acabaría el asunto. 
No, claro porque eso no tendría gracia, lo interesante es fastidiarnos, una de las dos partes componentes del par se esconde! para complicarnos y hacernos perder tiempo.
Simplemente desaparece y entonces desconcertados empezamos a revolver por todos lados, cajones, piso, ropa a ver si quedó enganchado ahí, dentro del auto, hasta en la heladera! pensando que en un descuido pudo haber ido a parar allí. 

Pero  nada, se lo tragó la tierra.
Sin embargo, como estamos convencidos de que "en algún lugar va a aparecer" dejamos guardada esa media "paria" en el armario esperando que "milagrosamente" aparezca la otra. (la misma situación se aplica a los aros, guantes, etc.). 
Y aunque en ese cajón tenemos montones de medias normales, completas y preciosas, ni bien lo abrimos lo primero que vemos es "la incompleta" ... y obsesivamente, comenzamos a buscar de nuevo, debajo de la cama, en el canasto de la ropa sucia a ver si quedó en el fondo, o en el tacho de la basura (aunque la media la perdimos hace meses y la basura ya la tiramos hace rato), pero... jamás llegamos a un final feliz.

Es entonces cuando, después de meses de esperar tomamos una terrible decisión: vamos a tirar esa media, ese aro o ese guante que quedaron sin su otra mitad.
Nos sentimos abatidos, frustrados y hasta apenados por ese par que no pudo ser ... 
Y entonces, voilá! aparece la /el otro componente, aunque claro está ya no nos sirve para nada porque tiramos el otro!!!!!!!!!!!!! 

Estoy convencida que esta es una confabulación de los "pares" no tengo ninguna duda porque por cierto es raro que desaparezca una cartera o un pantalón, pero es completamente habitual que desaparezca la mitad de un par. Y seguro que si usáramos una cartera en cada mano, una de las dos también se perdería misteriosamente.

Pero dónde está la mayor de las maldades de estos elementos "de a dos"?
En que esto no tiene solución porque como tenemos dos manos , dos orejas o dos pies, no podemos usar uno sólo y así es que ese elemento único, que no desaparece con su gemelo, parece quedarse solamente para burlarse de nosotros.

Por eso en esta ocasión, utilizo este medio para comunicarme con los "pares del mundo" y pedirles en nombre de todos nosotros:

MANTENGANSE POR SIEMPRE UNIDOS!!!! y no nos compliquen la vida, carajo!

7 comentarios:

  1. Es taaall cuaall!
    Y es mucho más trágico perder una de las dos partes que una parte completa.
    Una vez leí sobre un hada de las cosas que se divierte cambiándolas de lugar y haciéndolas desaparecer, para volvernos un poco locos, y después devuelve el elemento (para ese momento ya dispusimos del par que quedaba)
    No se la puede culpar al hada, no sería divertido?
    Me voy, que se me perdió un arito y tengo la esperanza de llegar a un acuerdo con el hada, se podrá negociar??
    Macarena

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  2. Tenes razon siempre se pierde uno del par,la cuestion es si perdemos a nuestro compañero¿lo buscaremos? o quizasDeliremos yen ese delirio nos decimos:¡Que barbaridad haber perdido el compañero de nuestra via! o ¡por fin! eso de estar siempre temiendo perder a nuestro par cansa y aburre.Sigo delirando y ya estoy buscando mi nuevo par.
    Matty

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  3. Buenísimo!!!!!! me parece que está resurgiendo con una enorme virulencia la ingeniosa escritora de la década del 70!!!
    Vamos todavía !!!
    Si tendré guardados mitades de pares esperando melancólicos a sus respectivos gemelos...
    SC

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  4. Macarena dijo:Es tal cual!!!Yo, digo:Nunca me alcanzó la paciencia para soportar que mis hijos varones, perdieran una media entre el baño y el lavadero.Por tanto,si iba 1 sóla a lavar,su destino era el incinerador.A los 2/3 días preguntaban por la media faltante:maaa!!!, me falta 1 media de rugby. Buscala en el incinerador, seguro que la que tenés está sucia.Fue mi Karma de adolescentes,por poco tiempo. Cuando se quedaron sin medias, se ponían las más parecidas. Hicieron un combo. Juntaron las que los 2 tenían. De ahí en más, todos los días, después del baño, llegaban 2 medias.Entonces, les compré 1 doc. de pares a cada uno.Marta

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  5. En este momento especial, me doy cta.,que cuando pasa por lo físico ó sentimental,es duro contar con 1 sola mano y pie. Todo me cuesta el doble de tiempo.Marta

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  6. OTRA HISTORIA DE PARES, de Italo Calvino

    La Pantufla despareja

    De viaje por un país de Oriente, el señor Palomar ha comprado en un bazar un par de pantuflas. De regreso en su casa, trata de calzárselas: se da cuenta de que una pantufla es más ancha que la otra y se le cae el pie. Recuerda al viejo vendedor sentado sobre los talones en una covacha del bazar delante de un montón desordenado de pantuflas de todas las medidas; lo ve revolver en el montón en busca de una pantufla adecuada a su pie y que le hace probar, después revolver de nuevo y entregarle la presunta compañera, que él acepta sin probársela.
    <> Y ve una enjuta sombra que recorre el desierto cojeando, con un zapato que se le desliza del pie a cada paso, o si no demasiado estrecho, aprisionándole el pie encogido. <> Decide seguir usando esas pantuflas desparejadas por solidaridad con su desconocido compañero de desventura, para mantener viva esa complementaridad tan rara, ese espejeo de pasos cojeantes de un continente a otro. Se solaza representándose esa imagen, pero sabe que no corresponde a la verdad. Un alud de pantuflas fabricadas en serie viene periódicamente a reabastecer el montón del viejo comerciante de aquel bazar. En el fondo del montón quedarán siempre dos pantuflas desparejadas, pero mientras el viejo comerciante no agote su reserva (y tal vez no la agotará nunca, y muerto él la tienda con toda la mercadería pasará a sus herederos y a los herederos de los herederos), bastará buscar en el montón y se encontrará siempre una pantufla que forme el par con otra pantufla. Sólo con un comprador distraído como él puede haber un error, pero pueden pasar siglos antes de que las consecuencias de este error repercutan en otro frecuentador del antiguo bazar. Todo procesos de disgregación del orden del mundo es irreversible, pero los efectos quedan ocultos y retardados en el polvillo de los grandes número que contiene posibilidades prácticamente ilimitadas de nuevas simetrías, combinaciones, apareamientos.
    Pero ¿y si su error no hubiese servido sino para borrar un error procedente? ¿Si su distracción hubiera sido portadora no de desorden sino de orden? <>
    El compañero desconocido tal vez cojeaba en otra época, la simetría de sus pasos se corresponde no sólo de un continente a otro, sino a siglos de distancia. No por eso el señor Palomar se siente menos solidario con él. Continúa chancleteando fatigosamente para dar alivio a su sombra.

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  7. OTRA HISTORIA DE PARES, de Italo Calvino

    La Pantufla despareja

    De viaje por un país de Oriente, el señor Palomar ha comprado en un bazar un par de pantuflas. De regreso en su casa, trata de calzárselas: se da cuenta de que una pantufla es más ancha que la otra y se le cae el pie. Recuerda al viejo vendedor sentado sobre los talones en una covacha del bazar delante de un montón desordenado de pantuflas de todas las medidas; lo ve revolver en el montón en busca de una pantufla adecuada a su pie y que le hace probar, después revolver de nuevo y entregarle la presunta compañera, que él acepta sin probársela.
    Tal vez ahora -piensa el señor Palomar- otro hombre camina por aquel país con dos pantuflas desparejadas. Y ve una enjuta sombra que recorre el desierto cojeando, con un zapato que se le desliza del pie a cada paso, o si no demasiado estrecho, aprisionándole el pie encogido. Tal vez también él en este momento piensa en mí, espera encontrarme para hacer el cambio. La relación que nos liga es más concreta y clara que gran parte de las relaciones que se establecen entre seres humanos. Y sin embargo no nos encontraremos jamás. Decide seguir usando esas pantuflas desparejadas por solidaridad con su desconocido compañero de desventura, para mantener viva esa complementaridad tan rara, ese espejeo de pasos cojeantes de un continente a otro. Se solaza representándose esa imagen, pero sabe que no corresponde a la verdad. Un alud de pantuflas fabricadas en serie viene periódicamente a reabastecer el montón del viejo comerciante de aquel bazar. En el fondo del montón quedarán siempre dos pantuflas desparejadas, pero mientras el viejo comerciante no agote su reserva (y tal vez no la agotará nunca, y muerto él la tienda con toda la mercadería pasará a sus herederos y a los herederos de los herederos), bastará buscar en el montón y se encontrará siempre una pantufla que forme el par con otra pantufla. Sólo con un comprador distraído como él puede haber un error, pero pueden pasar siglos antes de que las consecuencias de este error repercutan en otro frecuentador del antiguo bazar. Todo procesos de disgregación del orden del mundo es irreversible, pero los efectos quedan ocultos y retardados en el polvillo de los grandes número que contiene posibilidades prácticamente ilimitadas de nuevas simetrías, combinaciones, apareamientos.
    Pero ¿y si su error no hubiese servido sino para borrar un error procedente? ¿Si su distracción hubiera sido portadora no de desorden sino de orden? Tal vez el comerciante sabía lo que hacía -piensa el señor Palomar-; al darme aquella pantufla desparejada corregía una disparidad que desde hace siglos se escondía en aquel montón de pantuflas transmitida durante generaciones en aquel bazar.
    El compañero desconocido tal vez cojeaba en otra época, la simetría de sus pasos se corresponde no sólo de un continente a otro, sino a siglos de distancia. No por eso el señor Palomar se siente menos solidario con él. Continúa chancleteando fatigosamente para dar alivio a su sombra.

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