sábado, 21 de agosto de 2010

NO SOY DE AQUI NI SOY DE ALLA

Noemí estaba feliz porque al marido lo habían ascendido en el trabajo y lo trasladaban a Montevideo/ Uruguay con grandes beneficios económicos.

Tenía dos nenas chiquitas de 5 y 8 años, no trabajaba en ese momento y pese al desarraigo que significaba irse, la idea era muy tentadora. Tampoco era para siempre y al volver, triunfadores y con una abultada situación económica, estarían mucho mejor que antes.

No fue nada sencillo, el primer año para ella fue terrible, las nenas iban al colegio todo el día  y el marido llegaba tarde de la empresa donde trabajaba, muy satisfecho con su nuevo cargo.
Pero Noemí estaba sola todo el día en un lugar extraño, con gente que la ignoraba por completo y para colmo cuando iba a hacer las compras diarias, se encontraba con artículos alimenticios y de limpieza, totalmente diferentes a los de su país.
No tenía amigos y salvo las reuniones de matrimonios de la oficina, nadie se juntaba para compartir nada..

Cuando podía viajar a su amado país, compraba desesperadamente  grandes provisiones de  los productos "infaltables" en un hogar  que allá no podía conseguir, tales como Nesquik, harina Blancaflor y obviamente alfajores Havanna.
Solía contar que cuando viajaba de noche y el Buquebus se acercaba a Buenos Aires, observaba melancólica las amadas "luces de su ciudad".

Las nenas se adaptaron mejor y  aunque al principio estaban incómodas cada vez que en el colegio se cantaba el himno nacional porque no sabían la letra,  pronto lo aprendieron  y lo cantaban como si hubieran nacido allí.
La más chiquita, que por su edad tenía más vivencias uruguayas que argentinas, juró lealtad a la bandera uruguaya, sin entender del todo lo que eso significaba, digamos que simplemente "siguió a la manada"

A pesar de todo, y como el tiempo va curando las heridas, comenzaron a querer el lugar donde vivían. Estaban cerca de la playa y la vida era mucho más tranquila allá.
Noemí aprendió a manejar, acá nunca se había animado, y empezó a disfrutar de su independencia.
Se anotó en un club de mujeres argentinas con las cuales se reunía periódicamente a jugar al tenis, hacían salidas al cine o a cenar y también fueron incorporando a los maridos, armando así un fantástico grupo.
Así que finalmente lograron allá también sentirse "como en casa".
Después de todo los alimentos eran más naturales, las marcas ya le resultaban familiares y su situación económica superior a la de Argentina, les permitía hacer viajes periódicamente.
Tenían un hermoso departamento, el colegio bilingüe de las nenas era perfecto  y todos los fines de semana iban a la playa. Nada podía ser mejor.

Y entonces tuvieron que volver a la Argentina...

El regreso fue terrible, su amado país era un caos, conseguir colegio para las nenas fue una decepción total (ninguno tenía el nivel de allá), manejar el auto era imposible y habían dejado allí a todos sus más recientes amigos.

Las nenas que se habían ido chiquitas, tampoco sabían el himno argentino así que al principio también tuvieron que hacer la mímica hasta que se lo aprendieron.
La más chica que ya había crecido, se sintió culpable y también juró lealtad a la bandera argentina.

Noemí ahora extrañaba horrorosamente su amado Uruguay y consideró la posibilidad de vender todo y mudarse definitivamente allá, pero tampoco podía ignorar sus orígenes y abandonarlo todo en su país.

Conclusión: en Uruguay añoraba la Argentina y en su país soñaba con volver a Montevideo.

Yo no me mudé tan lejos, me trasladé de Capital Federal a Maschwitz, y sin embargo también sufro las consecuencias.
Estamos a solo cincuenta kms de Belgrano lo cual se traduce en media hora de auto, sin embargo de alguna manera, el efecto es casi el mismo que si nos hubiéramos mudado a otro país.
Para los lugareños soy una porteña a la que miran con desconfianza y no tutean.
Mis amigos y familiares de la city, me imaginan en medio del campo y venir a visitarme significa una verdadera excursión de fin de semana.

Mi hija estudia en la Universidad en Belgrano, y cuando le comenta a sus amigos donde vive, estos  no disimulan su asombro y prometen que algún día van a venir a visitarla, pero eso raramente sucede.

Ya no me identifico como porteña, porque no tengo los hábitos ni las vivencias de allí, pero tampoco puedo dormir la siesta como hacen acá, ni charlar en la verdulería media hora con todos los vecinos cada vez que voy a comprar algo.

Sé que hay casos mucho peores, donde ni siquiera hablan tu idioma, la ideología del lugar es totalmente diferente o la distancia es mucho mayor, pero básicamente la fórmula es siempre la misma: llega un momento en que empezás a sentir que "no sos de aquí ni sos de allá".
Algo te cambiaría para siempre, sin que ni siquiera lo notaras, desde aquel preciso instante en que armaste las valijas para irte en un viaje sin retorno.

8 comentarios:

  1. me gustó más el de la arveja!

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  2. que terrible cuando pasa eso.. una vez que la gente cree que se logra adaptar se da cuenta de que ya no se siente "local" de ningun lado..
    sera que necesitamos sentirnos perdidos por lo menos para sentir que alguna vez tuvimos un hogar?

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  3. Yo ya tampoco soy de aquí ni de allá... en realidad creo que soy de los dos, de aquí y de allá. Soy del subte y soy de la caminata, soy del caos y la tranquilidad, soy del tiempo para el mate y del apuro por llegar! Hermoso lo que escribiste. Besos desde aquí para allá
    Ceci

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  4. Que bien describiste el fenómeno del desarraigo,ese sentimientos de no pertenecer a ningún lado, es tal cual.Esa estructura Yo-mundo , con la cual forjamos nuestra personalidad, cuando es modificada , aunque sea de forma voluntaria , produce eso.Igualmente no deja de asombrarme la capacidad de adaptación que tenemos y creo que si logramos integrarnos a lo nuevo nos enriquecemos, sumamos experiencia.Muy bueno...espero el próximo PAULA

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  5. Coincido con todos sus comentarios (menos con el de la arveja) y tal como dice Ceci, creo que me faltó decir que en verdad somos un poco de todos lados, cambiamos nuestra identidad y en realidad nos convertimos en "multipátridas", lo cual tampoco es tan malo, sólo hay que acostumbrarse.

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  6. Agrego que en Uruguay te digan "La porteña" y en Argentina te digan "Uruguaya" eso lo explica todo te entiendo!!! Me encantó, y el de la arveja tambien, ella se debia senti asi en ese lugar extraño jajajajajajaj

    Agus

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  7. NADIE ES PROFETA EN SU PROPIA TIERRA...

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  8. Que cierto que es todo lo que escribiste! Cuando vivía en Jujuy me aterraba Buenos Aires, cuando me mudé a Nueva York anhelaba Buenos Aires. Cuando recién me mudé a Maschwitz anhelaba el cafecito con amigos a la salida de la oficina. Y ahora, por fin estoy en paz... descubrí que tengo un poco de cada lugar. Disfruto a cada uno por sus cosas lindas, y trato de anular las negativas!

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